Resumen
La educación es más que transmisión de información. Es formar; reflexionar sobre lo que informa nuestras decisiones, ideas, visiones del mundo, valores, actitudes. Es decir, sobre la malla de significados individuales, tejer una red de significados colectivos en la que haya resonancia y solidaridad en el contexto de proyectos existenciales más complejos. De una perspectiva sistémica, la información, educación y comunicación para la salud deben ser
contextualizadas en un mundo de cambios acelerados y profundos. No es suficiente proporcionar información cuantitativa en grandes cantidades, como una avalancha, sin una reflexión contextualizada sobre los objetivos previstos. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) se presentan como herramientas poderosas para la
democratización de oportunidades de aprendizaje en un contexto de opciones éticas establecidas. Los actos de educar y comunicar asumen una ética identitaria, un camino a ser
recorrido, una responsabilidad, con metas claras. Tenemos responder a preguntas básicas, como: ¿qué queremos comunicar? ¿para qué y para quién? ¿qué puede ser facilitado con la utilización de las TIC? ¿cuándo y con qué fin se utilizan? También hay la necesidad de aprender a comunicarse más efectiva y afectivamente. Somos semi-analfabetos en lo que respecta a la comunicación afectiva o emocional. Rara vez podedmos reconocer nuestros
sentimientos. La formación de los profesionales de la salud en el siglo XXI requiere de una visión sistémica que abarque la complejidad y transdisciplinaridad del conocimiento. Se
requerirá de los profesionales de la salud, una gran capacidad de comunicación afectiva y actualización permanente, además de competencia para trabajar con la subjetividad, la alteridad, las relaciones interpersonales y el conflicto, pues todos ellos están siempre presentes en los equipos multidisciplinarios, en familias, grupos y redes sociales.